jueves, 18 de octubre de 2007

Algunos datos que conviene saber sobre la Coca Cola

Por todos es conocido que antes de ser un refresco, la Coca Cola era empleada como medicina, pero hay datos sobre “La chispa de la vida” que ponen los pelos de punta.
En muchos estados de EE.UU., la Patrulla de Caminos lleva 2 galones de Coca Cola en su coche para quitar la sangre que queda sobre el pavimento después de haber ocurrido un accidente.
Puedes poner un filete de carne en una plato lleno de Coca Cola y éste desaparecerá en dos días.
Para limpiar un inodoro: Vaciar una lata de Coca Cola dentro de la taza y déjala durante una hora, luego tira de la cadena. El ácido cítrico de la Coca Cola, quita las manchas de la porcelana.
Para quitar las manchas de óxido de cromo de los parachoques de los coches: Frotar con un trozo de papel de aluminio, mojado en Coca Cola.
Para limpiar la corrosión en los terminales de la batería de tu coche vierte una lata de Coca Cola sobre los terminales y las burbujas se llevarán la corrosión.
Para aflojar un tornillo oxidado: Aplicar al tornillo un trapo empapado en Coca Cola durante varios minutos.
Para quitar manchas de grasa de la ropa: Colocar la ropa dentro de la lavadora, vaciar encima una lata de Coca Cola, agregar el detergente y lavar con el ciclo completo. La Coca Cola soltará las manchas de grasa.
También es muy útil para limpiar un parabrisa de coche que esté sucio del camino.
El ingrediente activo en la Coca Cola es ácido fosfórico. Su PH es 2.8. Esto disuelve un clavo en unos 4 días.
El ácido fosfórico es dañino para el calcio de los huesos y es uno de los mayores contribuyentes al aumento de la osteoporosis.
Para transportar el concentrado de Coca Cola, los camiones comerciales deben disponer de la tarjeta de "material peligroso", reservada para materiales altamente corrosivos.
Los distribuidores de Coca Cola han estado usándolo para limpiar los motores de sus camiones desde hace 20 años.

miércoles, 17 de octubre de 2007

Cementerios ocultos bajo la Ciudad de Buenos Aires

La Ciudad de Buenos Aires oculta bajo el asfalto cerca de 40 cementerios antiguos, que fueron los lugares de entierro de los pobladores que habitaron la zona entre los siglos XVII y XVIII.
Con la conquista de América, se produce el traslado de la cultura e instituciones españolas a nuestro continente. Con ellas también llegan las concepciones católicas acerca de la muerte y los rituales asociados y, en consecuencia, la Iglesia católica toma el control de las prácticas funerarias, y las mismas sólo comprendían a la población de esa religión. Los primeros enterratorios de la aldea colonial se encuentran alrededor de la Plaza Mayor, en los dos sitios donde estuvo la Catedral; en la misma plaza (primer asiento jesuítico) o en las iglesias cercanas. Cuando el templo no alcanzaba, siempre se disponía de un terreno aledaño que fue denominado “camposanto”. Por cierto que las inhumaciones seguían una rígida estratificación social y para los sectores más pudientes, se destinaba lugares cercanos al altar. En la Iglesia los pobres, los esclavos, los indígenas, no tenían lugar. Se los dejaba en un “hueco” –denominación atribuida a baldíos-, a merced de los perros cimarrones, en zanjones o en los bajos del Río de la Plata. En el siglo XVIII se establecieron algunos sitios en los cuales se podía dar sepultura a aquellos que no podían costearse un entierro. Los que no profesaban la religión católica –protestantes, judíos- no tenían lugar de enterratorio. Sus inhumaciones eran ilegales y generalmente en algún lugar de la costa del río.
Las últimas moradas de los primeros porteños estaban ubicadas, para el 1600, dentro de los templos, luego se abrieron camposantos anexos a las iglesias ante el aumento de la cantidad de fallecidos, y finalmente se crearon los cementerios con la llegada de las epidemias a principios del 1800.
Esos lugares están hoy situados bajo plazas, avenidas céntricas, calles, edificios y hasta entidades bancarias de la Ciudad, por los cuales miles de personas transitan día a día sin conocer la historia oculta.
Un mapa con cerca de 40 lugares de entierro fue elaborado por la Comisión para la Preservación del Patrimonio Histórico Cultural porteño y será presentado en el Congreso Internacional de Cementerios, en Buenos Aires.
En la tarea de investigación, a cargo de la titular de la Comisión, Leticia Malonese, y el historiador Leonel Contreras, se analizaron las costumbres de los porteños al momento de enterrar a un ser querido.
Según el relato, las personas de la clase alta eran sepultadas en los interiores de los templos, mientras que la gente del pueblo, los esclavos o reos eran enterrados en los camposantos anexos. Una muestra de ello fue la Iglesia de San Miguel, construida en 1727 en la esquina de Tacuarí e Independencia y luego trasladada a Mitre y Suipacha, en cuyo camposanto -actual plaza Roberto Arlt- eran enterrados los pobres y ajusticiados.
Asimismo, existieron ya para el 1800 dos cementerios para los habitantes "disidentes" que no profesaban la religión católica apostólica romana, sino que eran protestantes.
El primero de ellos, llamado "Del Socorro", estaba ubicado en Juncal y Suipacha, donde eran enterrados los ciudadanos de origen estadounidense y alemán, y el restante, el "Victoria", situado en lo que hoy es la Plaza Primero de Mayo, en el barrio de Balvanera, albergó a los fallecidos de la comunidad británica.
En ese mismo lugar, según se cree, fueron inhumados los primeros habitantes judíos de Buenos Aires, que para inicios del 1900 fueron trasladados hacia la primera necrópolis propia, en el partido bonaerense de Avellaneda.
En tanto, las distintas epidemias que azotaron la Ciudad de Buenos Aires obligaron a las autoridades a destinar campos alejados como lugares de entierros de los miles de muertos.
Así fue como surgió el "cementerio provisorio por epidemia de cólera", bajo la actual Plaza España del barrio de Barracas, que luego fue reemplazado por el "Del Sud", donde está hoy el Parque Ameghino, en Parque de los Patricios.
Este último fue habilitado el 24 de diciembre de 1867, durante un brote de cólera morbus, pero debió cerrar al llegar a su límite de sepultura de 18 mil cadáveres con la epidemia de fiebre amarilla de 1871.
Una situación similar se vivió en el cementerio viejo de la Chacarita -ubicado en el terreno que hoy ocupa el Parque Los Andes- habilitado con motivo de la epidemia de cólera y clausurado con la de fiebre amarilla.
En aquel momento, el Gobierno decidió abrir el cementerio nuevo de la Chacarita, inaugurado el 17 de abril de 1871, en la esquina de Jorge Newbery y Guzmán, que sería el origen del actual cementerio, conocido como "del Oeste".
Un capítulo especial de la investigación histórica está referido al cementerio de la Recoleta, donde había funcionado el camposanto, la huerta y los jardines de los monjes recoletos.
Este cementerio fue el primero de los enterratorios públicos que tuvo la Ciudad de Buenos Aires, inaugurado el 17 de noviembre de 1822, como consecuencia de la reforma religiosa llevada a cabo por Bernardino Rivadavia, ministro de Gobierno de la Provincia de Buenos Aires. A partir de aquel momento, las familias más tradicionales de Buenos Aires eligieron este lugar para levantar suntuosas bóvedas.
Lugares nombrados en la nota:
Iglesia de San Miguel, Tacuarí e Independencia
Cementerio de pobres y ajusticiados - Plaza Roberto Arlt, Mitre y Suipacha
Cementerio Del Socorro, Juncal y Suipacha
Cementerio Victoria, Plaza Primero de Mayo, Alsina y Pasco
Cementerio Provisorio por epidemia de cólera, Plaza España, Barracas
Cementerio Del Sud, Parque Ameghino, Parque de los Patricios.
Cementerio viejo de la Chacarita, Parque Los Andes, Chacarita
Otros Lugares:
Plaza de Mayo, debajo de la sede central del Banco Nación
Debajo del cruce de las avenidas Corrientes y 9 de Julio
En todos estos sitios, aún pueden encontrarse restos humanos, parte de un pasado colonial que marcó los orígenes del país.
Fuente: Télam - www.pagina12.com.ar - info@buenosairesantiguo.com.ar - La mosca en la Leche